Sobre los políticos y la política

Durante los últimos días, el mundo cofrade se ha visto envuelto en polémicas poco relacionadas con los verdaderos protagonistas de nuestras hermandades. Como suele ocurrir cuando se acerca la Cuaresma, políticos de uno y otro color se apuntan al titular y la foto para subirlas a sus redes sociales. Y, como todos los años, muchos suelen criticar lo ajeno y disimular lo propio.
La polémica esta vez empezó con las declaraciones de cierto portavoz afirmando que: «No es lo mismo estar debajo de un paso de Semana Santa transportado por muchas personas que en una manifestación de 500 donde se pueden mantener las distancias». Lo cierto es que al Simón de Moncloa no le falta razón, no es lo mismo estar debajo de un trono que al aire libre. El problema quizás sea la justificación del argumento, ya que se esforzó demasiado en destacar que «La razón por la que la gente se junta, afecta».
Todo continuaba, días después, con la intervención de otra figura política defendiendo «en nombre de los cristianos» que nos habían robado la Navidad y la Semana Santa cristiana. Por si esto no fuera suficiente, tuvo el privilegio días después de subir al camarín de una de las Vírgenes sevillanas con más devoción. Imagino que también «en nombre de los cristianos», aquellos que habitualmente no tienen esa posibilidad de acercarse de esa manera a sus Sagrados Titulares.
Sin embargo, considero que los cofrades están en una dimensión moral muy superior a todas estas diatribas. Desde hace meses, las agrupaciones de cofradías de toda Andalucía acordaron la no celebración de los desfiles procesionales. Cierto es que durante el mes de enero se plantearon diferentes alternativas, incluyendo incluso salidas a la calle. Sin embargo, la realidad no dejó lugar a más cabilación. La situación es la que es y ante la realidad que vivimos no cabe plantearse ningún tipo de exceso. A diferencia de otros movimientos políticos o sociales, el mundo cofrade ha sabido estar a la altura de las circunstancias. Las hermandades cerraron filas y a esperar otro año más. Y les duele -nos duele- pero sabemos que aquel al que veneramos y procesionamos no entendería otra decisión. Que a Dios se le puede rezar desde muchos sitios y que ya habrá tiempo para volver a ver capirotes en la calle.
Por eso mismo, a los cofrades no hace falta nadie que nos defienda. No hace falte que nadie hable en nuestro nombre. A los cofrades les defienden los cofrades, los de verdad. Los que no buscan ni fotos ni privilegios. Los que trabajan silenciosamente todos los días del año, no solo el día de las cámaras y los micrófonos. Los que desde una capilla, una albacería, una banda o un varal hacen más grande nuestra Semana Santa. Por eso tampoco se entiende que se les otorguen a algunos ciertos privilegios que no están al alcance de ningún otro devoto. Ni accesos exclusivos, ni toques de campana, ni puestos de presidencia.
Para salir a profesar la fe en una procesión existen dos alternativas en nuestra tierra: con túnica o de mantilla. Cualquier otra alternativa presenta serias dudas sobre su conveniencia y, aún más, sobre su finalidad. Cirios, bocinas, faroles, estandartes y hasta un libro de reglas se encuentran entre las opciones a portar por aquel que quiera acompañar a sus Sagrados Titulares. Los bastones para acompañar a las insignias; el resto, ¿qué quieren que les diga?
Los políticos están para hacer política y, como las cofradías están para otra cosa, haríamos bien en no mezclar lo uno con lo otro. Ni devaneos mundanos, ni privilegios a la carta, ni lugares de preferencia en la procesión. En eso es en lo que creo. Quizás, cuando todo esto se cumpla, dejemos de hablar en el mundo cofrade sobre los políticos y la política.