Ser Cautivo de San Pablo

El Cautivo es tan de Málaga como Málaga es de su Cautivo. Se podría decir -hablando no solo desde el prisma cofrade- que nuestra ciudad sería muy diferente sin la figura del Señor de la túnica blanca. En Málaga a Dios se le reza con apellidos, seas de la Trinidad, del Palo o de un pueblo de la Axarquía a 30 kilómetros de la capital. Se trata de una devoción que va más allá de las paredes de San Pablo, de los límites de la diócesis e, incluso, de las fronteras de nuestro país.
Se podría decir que, incluso si el Cautivo estuviera en un lateral trasero de una iglesia a la que se accede por una calle trasera y permaneciera durante el año alejado de los fieles tras una verja de metal, seguiría teniendo la misma devoción. El problema es que todo esto sucede ya.
Una de las grandes discusiones en el mundo cofrade es si el Señor de Málaga tiene el lugar que se merece en la ciudad. La conclusión más frecuente es: «no, pero…».
Es cierto que el Cautivo no necesita más que estar. Pero para algunos donde está no es suficiente. Queda claro que San Pablo no es el problema, pero tampoco es la solución. Quedar relegado a una capilla lateral es parte de la fisonomía del templo y éste presenta pocas alternativas de localización. A esto habría que añadirle la poca disponibilidad horaria de la propia iglesia y, como guinda, la dificultad de realizar cultos a la altura de las circunstancias en su interior. Salvo contadísimas excepciones, el altar de San Pablo es intocable y, además, extremadamente complicado de complementar con un culto de la elegancia que requiere su protagonista. Por ello, a veces, se recurre a relegar a los Sagrados Titulares a sus propias capillas o a los laterales del crucero de la nave. Pues esto es lo que para muchos no es suficiente.
La gota que ha colmado el vaso -la que lo colma todas las Cuaresmas- es ver al Cautivo en un lateral de San Pablo para sus cultos principales. Servirá la situación actual de paraguas, se cerrará el debate pasadas unas semanas y a por el siguiente año en búsqueda de una nueva excusa que lo justifique. Le pese a quien le pese, esta situación ni es justa ni es merecida ni está a la altura. Además, a quien más nos pesa es a los cofrades y devotos del Señor.
Las soluciones son tan variadas como complejas, pero ninguna pasa por la permanencia de la Hermandad en San Pablo. No sería ni la primera ni la última cofradía que decide abandonar su templo y no le faltarían argumentos para hacerlo. Esto no va de buscar culpables, pues nadie genera problema alguno hoy día. Esto va de encontrar algún cargo en la corporación que se haga responsable de un proyecto tan grande como necesario. El Cautivo debe salir de San Pablo, de manera permanente, hacia un templo a la altura de su devoción. Quizás ese templo deba construirse desde cero, quizás haya que estudiar las posibles alternativas que presenta la Trinidad; pero cada día que se retrasa el proyecto es un día perdido. Lo que parece claro es que ha llegado la hora de que el Señor de Málaga deje de ser Cautivo de San Pablo.