¿Por qué bendice Jesús Nazareno (el del Paso)?

El Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso en su antiguo discurrir por Carretería | Arturo Higueras

“Ya has terminado de dar la bendición, y cuatro siglos del Moreno han caído sobre ti. El que se va por calle Granada arriba no es ya el mismo que un momento antes llegaba a la plaza de las Cuatro Calles. Aquella figura, que a lo lejos se va difuminando, es la del Nazareno” (Juan Ignacio Montañés García).

Así concluía la primera bendición del Nazareno de Benlliure en la Semana Santa de 1940. Podemos afirmar que la bendición de Jesús Nazareno (el del Paso), es sin lugar a dudas la tradición más antigua que celebra nuestra Semana Mayor. Sin embargo, este acto forma parte de uno de mayor envergadura, que a principios del siglo pasado fue reducido a su mínima expresión.

Origen de la bendición del Nazareno

Remontémonos a la Semana Santa de 1609. Es Viernes Santo y en España reina la católica majestad de Felipe III, apodado ‘’el piadoso’’. Sin embargo, lejos de los tejemanejes de la corte imperial y, más concretamente, en la Muy Noble Ciudad de Málaga, un grupo de cofrades que dan culto y procesionan a la devotísima y ‘’perchelerísima’’ imagen del Dulce Nombre de Jesús acuerdan escenificar en la Plaza de las Cuatro Calles (actual de la Constitución) el Paso de Nuestro Señor Jesucristo. Este acto consistía en la llegada de las imágenes de la Verónica, San Juan y la Virgen María a la dicha Plaza por la actual calle Granada y, seguidamente, hacía su aparición la efigie de Jesús Nazareno por la actual calle Especerías. En un primer acto, la Verónica se acercaba a Jesús y separando los brazos de su cuerpo hacía un amago de limpiar la cara de Nuestro Señor con el sudario. Posteriormente, la Señora se acercaba a su hijo, enjuagaba sus lágrimas con un pañuelo y, finalmente, el Nazareno separaba su brazo derecho, trazaba la señal de la cruz en el aire y así, bendecía a su Madre. Toda esta escenificación era siempre narrada por el más reputado de los dominicos que, por cierto, era la orden de predicadores por excelencia.

El Paso fue una ceremonia tremendamente frecuente y popular a lo largo de la geografía española, tanto es así, que en algunas localidades esta tradición aún pervive. Por citar algunos ejemplos, podríamos nombrar a Cabra, Priego, Linares, Tobarra, Jubrique, etc… Es interesante mencionar que el Nazareno de Cabra, tradicionalmente atribuido a Pedro de Mena, presenta una extremada similitud al antiguo Nazareno del Paso de Málaga. Para responder a la pregunta de por qué era tan frecuente y popular esta representación, hemos de tener en cuenta que durante el siglo XVI, la Iglesia Católica impulsó la Contrarreforma como un intento de hacer frente al luteranismo, fomentando las procesiones como forma de evangelizar fuera de los templos. Por otro lado, la práctica totalidad de la población era analfabeta con lo que la mejor manera de predicar y captar la atención de los fieles la constituían las escenificaciones de la Pasión de Cristo.

Volviendo a Málaga, la representación del Paso no fue exclusiva de la Cofradía del Dulcísimo Nombre de Jesús (el del Paso), pues existió otra que, sitando en un principio en el vecino Convento de San Andrés, escenificó durante algunos años y en la misma jornada este simulacro de la Pasión de Cristo. Además, mantuvo numerosos pleitos a lo largo de los años con la citada Cofradía del Nombre de Jesús en lo referente a la preeminencia en la salida procesional, antigüedad o uso de túnicas moradas. Aún más; en 1643, dos años después de la fundación de la Hermandad de los 72 discípulos de la Madre de Dios de la Esperanza (la cual fue incorporada desde su nacimiento a la del Paso), incorporó a una dolorosa con la misma advocación de la Esperanza, emulando a la del Paso.

El Nazareno del Paso durante su bendición en 2019 | Arturo Higueras

Las noticias que nos llegan de la representación del Paso es que constituía el acto más fervoroso y devoto de toda la Semana Mayor y que en ella participaban numerosos cofrades, algunos pertenecientes a otras cofradías malagueñas, personajes de la Pasión costosamente vestidos y autoridades civiles e incluso eclesiásticas. Si bien es cierto que la brillantez de la ceremonia lo constituía lo sacro; las sombras de la misma, lo mundano. Y es que la intensidad con la que se vivía esta ceremonia era tal y tan grande el número de fieles que lo presenciaban, que no era de extrañar que, durante la misma, sucedieran actos que contribuían al deslucimiento del fervoroso simulacro. Si bien es cierto que tradicionalmente se han atribuido milagros a esta ceremonia, como la curación de un paralítico, no parece que se pueda dar fe de ellos más que por la propia tradición oral de la época. Lo que sí podemos aseverar y aunque parezca una ridiculez, es que convirtió, al menos, a un ateo… y ya saben a lo que me refiero.

En este sentido, hemos de tener presente que tras la llegada de Carlos III al trono de España y, muy en la línea del despotismo ilustrado de finales del siglo XVIII y principios del XIX, las cofradías y la Iglesia en general sufrieron una persecución por parte del Estado. Por un lado, se vigilaba con lupa lo que ocurría en las procesiones para evitar cualquier desorden público, se impedía que el cortejo procesional hiciera estación de penitencia con la cara cubierta por el hábito nazareno y se trataban de evitar aquellos actos de fervor popular que contribuyesen a poner en jaque el orden público. Este contexto histórico, sumado al éxtasis de fervor que se vivía en la representación del Paso de nuestra ciudad, podrían haber contribuido a que la escenificación del simulacro fuese prohibida algunos años por las autoridades, celebrándose de forma alterna según el año. Siguiendo esta línea, consta como el obispo Molina Lario prohibió este acto y cómo la Cofradía solicitó al cabildo catedralicio en 1784 poder escenificar el Paso acostumbrado en la Plaza, recibiendo la negativa del mismo. Pese a las gravísimas penas que imponía la Ilustración a este tipo de actos piadosos y catequéticos, el Paso siguió representándose, aunque con irregularidad.

Las dificultades de los S. XIX y XX

Duro fue para la Málaga cofradiera, el siglo XIX. Las procesiones de Semana Santa de las cofradías malagueñas durante esta centuria fueron esporádicas y algunas hermandades llegaron a extinguirse. En la primera mitad de siglo, se citaron en España la Invasión Francesa, las desamortizaciones y la reducción y supresión del diezmo. Estas situaciones provocaron la pérdida de la mayor parte del ajuar que nuestras cofradías custodiaban desde los siglos XVII y XVIII. En concreto, la Archicofradía del Paso logró salvar las efigies de la Virgen y del Señor de las hordas francesas, así como su ‘’escandalosamente bordada’’ túnica de procesión y su cruz de plata, que fue regalo de los toneleros percheleros de siglos pasados. Casi nada pudo conservarse del extenso ajuar de la Virgen de la Esperanza, que pasó a vestir luto desde entonces. Esta situación de pérdida de patrimonio y salidas procesionales esporádicas fue desgraciadamente la norma en Andalucía. Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XIX, un nuevo horizonte se levantó en la Andalucía cofrade. Una etapa de reconstrucción del patrimonio perdido en la que abundaron los bordados decimonónicos. Nuestra Málaga no correrá esa suerte de reconstrucción hasta entrados el siglo XX, debido a que la filoxera se ensañará con las plantaciones de viñedos locales y el hundimiento de la industria malacitana acentuará más aún la crisis económica.

Se preguntarán ¿qué tiene ver esto con el Paso? Simplemente sirve de base, como contexto histórico, para explicar el por qué las salidas de la cofradía, por apuros económicos, fueron puntuales durante la época y cómo supuso un punto de inflexión en la ceremonia del Paso la Semana Santa de 1851. Así pues, salió en procesión en la mañana del Viernes Santo la sagrada efigie del Nazareno del Paso (llamado así durante esta centuria en detrimento de Dulce/Dulcísimo Nombre de Jesús que fue tan típico en siglos pasados), acompañado de la Virgen de la Esperanza, San Juan y la Verónica. Al llegar a la Plaza sobre las 9 de la mañana y, pasados 12 años desde la última representación, la muchedumbre que colapsaba la plaza desde el amanecer era tal que impedía el avance de las andas. Los balcones se encontraban tan repletos de personas que incluso se llegó a afirmar, siempre de forma jocosa, que el verdadero milagro lo constituyó el que estos no se vinieran abajo. El cortejo se deshizo entre el gentío y, también, se produjeron varias carreras y algunos duelos. El deslucimiento y la pérdida del orden fue tal que condujeron a que la autoridad eclesiástica, muy a pesar de los malagueños, optase por prohibir de forma definitiva la representación del Paso en nuestra ciudad. La crisis económica y social que acompañaba a la centuria no hizo más que favorecer esta situación, tanto es así que el resto de salidas procesionales durante lo que quedaba de centuria fueron esporádicas y no siempre Nuestra Señora de la Esperanza acompañaba al Nazareno. Esta situación de decadencia generalizada en la Semana Santa malacitana se mantuvo hasta que, en los primeros años del siglo XX, la archicofradía logra dar una inyección de vitalidad y renovación estética a nuestra Semana Mayor que perdura hasta nuestros días.

El Dulce Nombre de Jesús Nazareno del Paso a su paso por la plaza de la Constitución en 1924 | Archicofradía del Paso y la Esperanza

Pasadas siete décadas desde la prohibición del Paso, en concreto en el año del Señor de 1929, dejada atrás la terrible centuria del XIX y siempre en auge, como la Historia ha conocido desde su fundación a esta cofradía, los hermanos del Paso y la Esperanza decidieron reparar el mecanismo del brazo del Señor (conocido como El Moreno en estos años) y convencer a la autoridad eclesiástica para que, desde la Plaza, bendiga a su Madre en Calle Larios. Recobrando, aunque en su expresión mínima, esta tradición de nuestra ciudad que cuenta con más de cuatro siglos a sus espaldas. El acto volvió a resultar multitudinario, lleno de fervor, lágrimas, vítores y lo más importante, sin desmanes ni deslucimientos.

Tras la quema de conventos (1931) y la Guerra Civil (1936-1939), la desaparición de la primitiva talla del Dulce Nombre de Jesús Nazareno (el del Paso) propició que la soberbia imagen del Nazareno que tallara Benlliure en 1935, considerada la quintaesencia de su obra sacra, pasase a escenificar la bendición de Nuestro Señor Jesús cada madrugada de Viernes Santo como lo hiciera el Moreno. Y así ha sido hasta nuestros días y esperemos que siga así, hasta que se nos vaya el aliento y la Tierra deje de girar.

La bendición hoy en día

El hecho de que la Plaza de la Constitución sea el lugar donde sita la Tribuna Oficial de nuestro Recorrido Oficial, como no podía ser de otra manera, propició que se solicitara a las autoridades eclesiásticas la realización de una segunda bendición en la Tribuna de los Pobres para que los ciudadanos en general pudiéramos recibirla. Si bien el recorrido oficial actual imposibilitó, por límites humanos, la tan castiza y clásica vuelta por calle Carretería y la bendición en la Tribuna de los Pobres, los hermanos de la archicofradía, tan conscientes siempre de la importancia de sus tradiciones y su buen hacer, urdieron una nueva posibilidad. La segunda bendición pasaba a realizarse en la misma plaza, pero a la vuelta, para que los devotos del señor pudieran recibir la bendición y no solo fuera para los aforados de la tribuna principal a la ida (que aunque cualquier persona que quiera y no esté aforada puede colocarse delante para recibirla, lo cierto es que suena más fácil de lo que en realidad es). Sin embargo, y dándose la situación de que el nuevo recorrido de regreso quizás permute la vuelta por la Plaza de la Constitución por el más que acertado tránsito por el Perchel a la ida; los malagueños, cofrades y no cofrades, ¿cómo podrían recibir esta bendición?, ¿qué ocurriría si el Señor del Paso esperara a su Santísima Madre de la Esperanza a las puertas de su Basílica y allí oficializara ante el pueblo malagueño la segunda bendición? Desde luego sería un paso significativo para acercar en forma, que no en espacio, la bendición del Señor a lo que fue el tradicional Paso de la Cofradía.

Imaginemos por un momento. Madrugada de Viernes Santo. Solo quedan Jesús Nazareno y la Virgen de la Esperanza en la calle. Ya van de vuelta. Los cofrades arremolinados a las puertas de la Basílica. El Señor bendice ante la imponente presencia de su devotísima Madre de la Esperanza y lo más importante, en su cervantino barrio del Perchel. Parece de justicia poética… Sería una pena que el nuevo recorrido oficial acabase con la supresión de la segunda bendición de Jesús, la única que podemos recibir las personas de a pie… Pero soñar es gratis.

‘’Se oye un himno triunfal. La luna brilla.

El pueblo emocionado, se arrodilla,

¡y el Dulce Nazareno lo bendice!’’

Joaquín Diaz Serrano.