La Victoria de los malagueños

Otro verano que se va y nuevo curso cofrade que entra. Quitando el baño en la playa antes del 16 de julio y comer espetos fuera del período mayo-agosto, mi mayor miedo estas vacaciones es la gente que atribuye de forma aleatoria el título de canción del verano. En Málaga, ayer eran las seis de la mañana y nos dio igual. La simbiosis de los malagueños y la Victoria es tal, que muchos reconocimos que ha sido, es y será nuestro Mon Amour.
Málaga llevaba 561 días sin ver una imagen en sus calles. El culto público volvió, a través de una dispensa, con el decreto que lo prohíbe aún vigente y sin intención de derogarlo desde las autoridades eclesiásticas o de presionar para ello desde las municipales o autonómicas. Si estas mismas autoridades pensaban que permitir un traslado en andas a las seis y media de la mañana -como si con nocturnidad y alevosía se tratara- no iba a atraer público, está claro que se equivocaron. La vuelta de la Victoria al Santuario debía ser un punto de inflexión. Así ha sido. Los malagueños han respondido y han mandado un mensaje claro a los que mandan. La pelota -o bola de cera a poder ser- está en su tejado.
Los que mandan ayer tampoco estaron. Los malagueños han sido la única e inmejorable compañía junto a las andas que portaban a Santa María de la Victoria. Personalmente, ayer no eché de menos, por ejemplo, al Obispo. Es más, su ausencia me parece coherente, porque así de ausente está siendo con los cofrades en los últimos meses. Un decreto episcopal obsoleto e inútil -que prohíbe la mayor demostración de fe popular en Málaga- ha obligado a la Victoria y a las hermandades que participen en la Exposición de «El Verbo Encarnado»a trasladarse en andas, sin cortejo, en plena madrugada y sin una simple cruz parroquial que abriera el paso a la Patrona de la ciudad. ¿Se levantará el decreto de forma totalmente sorprendente y fortuita para la Magna del Centenario?
Aquí entra en juego la otra gran ausencia en la mañana de ayer. Pablo Atencia, más que ausente, ayer pudo perder más que ganar. El Presidente de la Agrupación de Cofradías pretende poder realizar la procesión Magna el próximo 30 de octubre -siempre y cuando la situación sanitaria lo permita- y ayer desaprovechó una oportunidad de oro para apoyar la vuelta de un culto público seguro y así poder presionar a las autoridades políticas y eclesiásticas de cara a la celebración de los actos del Centenario. Con un más que posible aplazamiento al año que viene y con la dispensa de un año para el actual presidente, veremos si la procesión Magna conmemora realmente el Centenario -serán ciento uno para entonces- o es una «Magna Despedida» de uno de los mandatos más convulsos en los cien años de Agrupación.
La Victoria es la piedra sobre la que se edifica la fe cristiana en nuestra ciudad y ayer los malagueños pudieron reencontrarse de nuevo con ella en la calle. A muy pesar del Obispado -y quién sabe si de alguien más- fueron cientos los que la acompañaron. Cientos serán también en la madrugada del próximo domingo en los traslados de la Exposición de la Catedral y miles el día que vuelva el culto público tal y como siempre lo hemos disfrutado. Cuestión de tiempo. Y de voluntad, claro.