La ilusión de volver

La Piedad en Ollerías / Pablo Merino

Volvemos.

En el número 11 de calle Císter ya hay colgaduras en los balcones, en calle Larios los pascueros adornan las farolas y en la Alameda las sillas de madera descansan apiladas una tras otra esperando su momento.

En los puestecillos de pescao del mercado de Atarazanas ya no cabe un cartel más. En las panaderías los itinerarios en papel se acaban nada más comenzar la mañana y las tiendas de costura no paran de recibir encargos de túnicas fuera de talla.

En calle Nueva ya se respira el incienso que pronto envolverá a la ciudad y, si afinan bien el oído, frente a La Rosaleda, escucharán ensayar a una banda de cornetas.

En casa, las ollas ya están en el fuego con los potajes de bacalao y en la mesa de la cocina, la bandeja de torrijas con miel que no durará demasiado. La túnica recién planchada está colgada en la sala de estar. El cíngulo, el esparto, el capillo, la medalla y la papeleta de sitio, todo listo frente a la mesita de la entrada.

¿No creen que ya nos tocaba?

En unas semanas los primeros rayos de luz de la mañana del domingo de los domingos se colarán entre un palio de malla en San Felipe y todo habrá comenzado.

Ramitas de olivo se repartirán a la salida de la Misa de Palmas en San Agustín. Las familias se reencontrarán en torno a una mesa llena de churros y chocolate. Por la plaza Uncibay, grupos de chavales –con camisa, vestido, chaqueta o jersey, pero con algo de estreno- irán de un lado a otro todo el día hasta bien entrada la noche.

Prisas, nervios, ilusión. Son días para rezar, para reflexionar, para disfrutar, para sentir, para emocionar, para contemplar, para compartir.

La vida en un instante. La bendición de un Nazareno en la Plaza de las Cuatro Calles. Un olivo que conquista la pendiente de la calle Carrión. La sombra de un crucificado proyectada en la Plaza del Obispo.

Una candelería encendida cruzando el Puente de la Esperanza. Un manto malva que se pierde por Carretería. Una dolorosa entrando a la Catedral por el Patio de los Naranjos.

Una marea de penitentes desde el barrio de la Trinidad. Una saeta de un balcón de la calle Victoria. Un silencio sepulcral en Alcazabilla.

Música de Ártola en calle Agua, la malagueña en Cruz Verde, sones militares por la doble curva, la solemnidad de una capilla musical en San Juan, un redoble de tambor que no cesa en calle Echegaray y las últimas notas de una banda de música bajo los árboles de la Plaza de Capuchinos.

Una petalada en calle Cárcer, un pulso en la Tribuna de los Pobres y una suave mecida en la plaza de la Aduana.

Alameda, calle Larios y Tribuna. Un barrio volcado a las tantas de la madrugada, una capilla encendida entre callejones y una Iglesia repleta de capirotes antes de una estación de penitencia. Un misterio subiendo Casapalma, un palio de vuelta por calle Comedias y la Virgen de la Piedad en el Molinillo.

Volvemos.

Extracto del Pregón de la Juventud de la Piedad 2022. Pablo Merino Ruiz